sábado, 1 de abril de 2017

El infierno, entre el colchón y la comoda

Habían pasado ya un par de años desde que te fuiste, y todo seguía su camino, logré que me despidieran de más de siete trabajos, de los cuales era imposible ser despedido, cartero, contratista, carguero, paquetero, chófer, almacenista, y la lista sigue, fracaso tras fracaso.

Ese no era yo, buscando matar el tiempo, digo obtenía el dinero para comer y vivir, pero poco más, estaba demasiado disperso, no lograba sacarme de la mente tus últimas palabras, "Eres un imbécil". Pero lo que no puedo dejar de pensar, es el llegar a casa, el beso en la frente y esperar la cena, ¡Dios! sin la rutina yo no soy nadie.

Estaba descuidandome, la barba crecía, al igual que el cabello, si lograba recordarlo; me cortaba las uñas. Era un desastre, en ese momento solo pensaba una y otra vez "No puede vivir enojada para siempre", pero la verdad era esa, tu ibas a vivir enojada para siempre, y yo iba a vivir esperando que me perdonarás sin pedírtelo, pero no iba a pasar.

Y ahí estaba yo, recostado sobre el colchón, sin sabanas ni fundas, todo era un desastre. Las cortinas estaban cerradas, no entraba la luz exterior, y el ventilador estaba encendido, con su tambaleo ruidoso, el cual te había prometido arreglar, pero nunca lo hice. Pasaron tres días y dos noches, en las cuales solo me levante para comer, mear y defecar. La tercer noche decidí bañarme, tal, era domingo, y a la mañana siguiente tenía que ir a buscar trabajo, ahí fue cuando escuché la puerta abriéndose, esperé un momento y pensé si era una mala broma, nadie tenía llaves, más que tú, pero era imposible que fueras tú, no ibas a volver.

Pero así fue, volviste y yo pude sonreír, porque llegaste con un par de cervezas, y la cena, ese día fue mi día de suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario