lunes, 17 de junio de 2013

La zarigüeya y el erizo.

Hace días que conocí a una zarigüeya que estaba perdida en medio de esta niebla, se veía algo tranquila pese a que estaba perdida. Al presentarme, le pregunté si tenía familia o algún conocido, y me dijo que si, pero a la vez no, puesto que las relaciones que mantenía con todos eran mucho de casi nada, y no valían de mucho puesto que ella siempre había sido muy distante. Le seguí preguntando acerca de ella por un buen rato, hasta que dí con la pregunta correcta:
-¿Y ahora? ¿Qué es lo que vas hacer ahora?
-Nada, puesto que no hay nada que hacer. Me voy a quedar aquí.
-Vale, en el tronco hay espacio, puedes quedarte.
-Eres simpático, pero muy iluso.
-¿Eso es un insulto o un cumplido?
-Ninguno de los dos, a veces nada tiene sentido, nada tiene que ser a fuerzas una cosa.
-Veo a lo que te refieres, pero ¿Esa es la manera en la que ves las cosas siempre? No es una manera optimista, o realmente no lo sé, es como más bien una aceptación total a todo lo que pasa de una manera desinteresada.
-Se podría decir que tienes razón, pero eso es entrar en trivialidades, nada es importante, o al menos que tu quieras que sea importante, todo es simple.
-Me estoy confundiendo, pero si tu lo dices, diré que es cierto.
-No tienes porque hacerlo.
-Vale, pero deja de actuar de esa manera tan desinteresada.
-No puedo hacerlo, pero lo intentaré.
-No tengo nada que decirte.
-Vale, ¿Qué hay de comer?
-Moras.
-¡Genial!

El encuentro con la zarigüeya me puso a pensar, que sería de mí si dejará de darle importancia a las cosas sin sentido, podría hacer lo que me gusta y dejaría de preocuparme tanto. Intentaré ser como la zarigüeya, pero solo un poco.

A veces puedes aprender cosas de quienes te rodean, es cuestión de prestar atención.

Otra historia de un erizo, que más que curioso, es un buen erizo... Tanto que él se lo cree.