domingo, 4 de agosto de 2013

Un día conmigo mismo.

al abrir el refrigerador me di cuenta de lo triste que sería el resto del día, un par de cervezas y unas rebanadas de pizza de hace 3 días es lo único aceptable que había dentro del refrigerador. Sin ánimos de calentar la pizza, tome una cerveza y me senté en este sillón... el silencio era brutal, podría decir alguna de las pendejadas que siempre digo, de esas que nunca agradan y terminan dejándome un sabor amargo en la boca; pero aún así no acabaría con ese silencio. Es un silencio que te atrapa y te hace desear que todo acabe rápido, te hace pensar más de lo que deberías: Debí haberme ido cuando pude, podría estar en otra parte disfrutando este día, ¿algún día saldré a la calle a rehacer mi vida?, algún día dejaré de odiarme. La lista sigue, lo que me mantiene cuerdo es que lo ignoro todo, así despierto día a día.

Hace un calor de la chingada, y la lluvia me hace sentir inmundicia, lo bueno que los truenos están rompiendo este silencio mortal. Yo lo odio todo, quisiera caer inconciente con mis propias palabras, hasta que pase el tiempo y la tierra me cubra, mis extremidades sean rodeadas por las raíces y que la madre naturaleza se olvide de quien fui alguna vez, sobre todo que la gente llegara a perdonarme, este día ni mi perro me voltea a ver, me mordió para que lo dejará en paz. La electricidad volvió a la casa, esta casa muy vieja, esta casa que no me vio crecer, sino que me vio descarriarme, en esta casa he contado mis secretos mas guardados, mis pensamientos más oscuros, donde cometo la mayoría de mis estupideces.

Mi alcoba es un desastre nunca la he limpiado, tengo pegado en una esquina un par de posters que fueron regalos alguna vez, y mi puerta es un mural de mi mente retorcida, mi madre ha intentado borrar lo que ahí dice, pero yo siempre lo volvía a escribir y se dio por vencida diciendo que yo no tenía solución. En el baúl de mi cuarto guardó mis juguetes de cuando era pequeño, no los ocupo ahora, pero me agrada saber que están ahí, tiene pintado un paisaje con un león y una jirafa de peluche, lo pintó mi padre que alguna vez tuve, a veces me saca una sonrisa ver esa pintura, siempre voy a saber que está ahí y eso me agrada.

Espero que mañana no recuerde nada de lo que viví hoy.